En aquel momento me proponía llevar la relación del cuerpo y su contexto a la abstracción. Anteriormente había estado durante algún tiempo fundiendo vaciados de mi propio cuerpo y el de mi pareja, para articular obras que abordaban el concepto de la comunicación.
Estos objetos, que por una parte implicaban el gesto de objetualizar el cuerpo, por otro lado eran también una manera de proyectar la influencia del contexto socio-cultural en el espacio de las relaciones personales.
Pero la objetualización del cuerpo, ligada a sus tradiciones en la historia del arte, donde los movimientos feministas y el arte gay han desarrollado un extenso arsenal, generaban otras lecturas a las que este tipo de obras no están exentas; más allá de remitir al cuerpo como instrumento de comunicación o como tamiz de la experiencia individual.
Me incliné entonces por destacar, cómo la realidad particular se proyecta hacia las estructuras generales, que no son más que el reflejo a gran escala del individuo, y con este fin comencé a desarrollar obras con un contenido cada vez más hermético hasta llegar a la abstracción, indagando en la representación del individuo y su contexto mediante un esquema de variaciones de situaciones axiomáticas, y partiendo del cubo como estructura variable.
Piezas intermedias
De la serie: Vasos comunicantes.
Moldes de cuellos vaciados en resina epoxi,
bombillos, cables y energía eléctrica. 2001
Vasos comunicantes
Madera y resina epoxi. 2002
Carne, plomo y vacío, experimenta con la carga emotiva de los materiales mediante su asociación con valores sensoriales. La impermanencia de la carne -como metáfora del cuerpo, del ser humano, del individuo-, constituye un factor efímero, perecedero, o transitorio. Su fisicalidad y su carácter volátil se acentúan por contraste con las formas fijas, por ejemplo, de los espacios arquitectónicos, de las ciudades, también de las culturas y los sistemas sociales, menos provisionales, que la existencia de un individuo en el tiempo. Por otro lado el plomo, asociado al peso y a lo tangible, de cierto modo a lo inamovible y lo cuantificable, al patrimonio y a las estructuras establecidas, pero también a la muerte.
Por último está el espacio vacío, y con él la posibilidad de un elemento nuevo, al que pueden adherirse connotaciones cambiantes. El vacío como expectativa, pero también como lo inaprensible, el azar, o el misterio de una situación diferente.
…Finalmente, el cubo es redimensionado a través de la pintura. Parto de una experiencia digital para llegar a formas de representación tradicionales como óleo y acrílico sobre lienzo, o como el vaciado para conseguir una escultura, buscando la escultura en el lienzo, intentando que la figura cambie según el punto de vista del espectador, o extendiendo el lienzo al espacio de manera que el espectador forme parte de la escultura.
En la pintura coexisten la referencia al objeto y la abstracción. Al llevar el análisis del cubo al lienzo, con sus correspondientes áreas de sombra y reflejo, es el ángulo de visión del espectador lo que redefine la existencia de determinados planos. La relación entre pigmentos metálicos y mates, de color y tono semejantes, pueden corresponder con exactitud en un plano del objeto, pero el punto de vista puede conducir a la aparición de otros planos dentro del mismo, dada la relación entre los tradicionales colores al óleo, que tienden a permanecer como tales sin importar , por contraposición con los acrílicos metálicos, de un origen más reciente, que cambian según el ángulo de visión...
S/T
De la serie: Carne, plomo y vacío
Susurro
Madera y resina epoxi. 2002