Después de varios meses de silencio entre Yeny y yo, no puedo dejar de recordar la angustia y la presión que me provocó subir las escaleras del Segundo Cabo del Convento San Francísco de Asís. Al llegar al Salón Blanco experimenté la sorpresa. Fueron muchas las sensaciones que pasaron por mi cabeza. Recordé entonces el impacto que le provocó a “El lobo estepario”, ese personaje de Herman Hesse” , aquel gramófono que desordenaba el ascetismo espiritual de su habitación, con esa música americana que enturbiaba su exquisito gusto sonoro, para destruír lo que él consideraba trazos firmes y profundamente marcados. Habíamos pasado por la famosa anécdota zen; muchos días llevaba recogiendo hojas en el bosque, y ahora solo quedaba ejercer todo lo que aprendimos juntos.
En la obra de Yeny Casanueva el interés del ejercicio físico constituye una dialéctica permanente. No he visto a nadie con una actitud tan obsesiva hacia el conocimiento. A lo largo de toda su carrera como estudiante la vi siempre rastreando impasiva, buscando información sobre todas las disciplinas que hoy intervienen en el proceso del arte. Sin embargo en sus piezas, es esencial el uso de la energía física, para lograr la catarsis y el éxtasis. Siguiendo ese método borgiano se acerca a esas danzas interminables de su fin para lograr el máximo de placer espiritual. Ella siente el mismo horror de probar ante la página blanca, pero este miedo solo es atenuado por la conmoción del trabajo y el goce de enfrentar el cansancio.
El título de esta obra: Fantomas, la güija y la oblicuidad de los agujeros negros; no trata de urgar en el ideal del absurdo de la apariencia; la génesis reestructuraciones adquiere un carácter empático, al vaciar de todo significado al objeto original. Yeny va construyendo toda una trama a partir de sucesivas yuxtaposiciones. Arma una maya que se autogenera. Las formas y la visualidad que se producen asumen una singular autonomía. Toda esta metamorfosis escapa a la voluntad de la artista para adquirir su propia vida, su propia existencia. Los principios clásicos del pensamiento semiótico son subvertidos. El signo es sustituido por el planteamiento deslineal de Lacan ningún templo se erige por encima del otro, el conjunto no es aprehendido como un todo. El receptor es compulsado también a ordenar su propio caos.
Esta obra rompe con los planteamientos duales, no es ni una cosa ni la otra, no podemos hablar de apropiación, más bien de expropiación, en ella es importante el papel del espacio. Ya me es imposible pensar en esta pieza sin el lugar donde está emplazada. He visto varias instalaciones en este mismo sitio, y a mi modo de ver, ninguna convirtió este enclave en la obra misma. Estos objetos solo pueden respirar desde aquí, muchos fueron creados para esta suerte de invernadero. Cuando termine esta exposición pueden morir o resucitar en otro proyecto. Nosotros los receptores ya no podemos hacer resistencia. Esta es la obra o la verdadera realidad. Pensemos entonces en la ciudad Cant de Gerard y el impacto que le causó a Octavio Paz el visitar la tumba del famoso indio Montesuma, Altura de Sat, solo bajo ese trance pudo escribir algo como esto: …vi al mundo reposar en sí mismo, vi las apariencias y llamé a esa media hora, reflexión de lo finito.